EVOLUCIÓN DEL SUELO
desde una perspectiva sistémica y energética.
TODA REFERENCIA a HUMUS o HUMIFICACIÓN: NO ES VÁLIDA
Actuales conocimientos reformulan la teoría de la materia orgánica del suelo
Listado TEMÁTICO
1 - Introducción
2 – Aspectos estructurales.
3 – Aspectos Dinámicos
3.1 –Flujos en el sistema suelo
3.2 – Flujos, procesos y trayectoria evolutiva del suelo
3.3 - Flujos de energía y entropía.
3.4 – Cuantificación de los flujos de energía.
3.4.1 – Modelo Volobuyev.
3.4.1 – Modelo Rasmussen.
3.5 – Valoración cualitativa de la entropía.
3.6 – Valoración cuantitativa de entropía.
3.7 – Entropía e información.
3.8 – Condición de estado: evolución y estado homeostático.
3.9 – Resiliencia.
3.10 Equifinalidad.
Bibliografía
3.1 –Flujos en el sistema suelo
3.2 – Flujos, procesos y trayectoria evolutiva del suelo
3.3 - Flujos de energía y entropía.
3.4 – Cuantificación de los flujos de energía.
3.4.1 – Modelo Volobuyev.
3.4.1 – Modelo Rasmussen.
3.5 – Valoración cualitativa de la entropía.
3.6 – Valoración cuantitativa de entropía.
3.7 – Entropía e información.
3.8 – Condición de estado: evolución y estado homeostático.
3.9 – Resiliencia.
3.10 Equifinalidad.
Bibliografía
Desde el enfoque analítico, los suelos son objetos de la naturaleza
que los reconocemos por sus partes mediante la observación e identificación de un conjunto de
propiedades morfológicas (horizontes, textura, estructura, color, etc.) y
analíticas (granulometría, bases de cambio, pH, etc.) que se expresan ante
nuestros sentido. Desde el enfoque sistémico los suelos tienen por función acumular y reciclar energía y materia que posibilitan el crecimiento y desarrollo de organismos vivos, función que han adquirido a través de su evolución o pedogénesis.
La Pedología es la ciencia que estudia el origen, organización y distribución geográfica de los suelos, y explica el inicio la trayectoria evolutiva aunque no avizora cuál es el final de dicha trayectoria. En tal sentido, con la ayuda del pensamiento sistémico y las leyes de la termodinámica trataremos de trataremos de profundizar acerca del estado futuro de los suelos.
La Pedología es la ciencia que estudia el origen, organización y distribución geográfica de los suelos, y explica el inicio la trayectoria evolutiva aunque no avizora cuál es el final de dicha trayectoria. En tal sentido, con la ayuda del pensamiento sistémico y las leyes de la termodinámica trataremos de trataremos de profundizar acerca del estado futuro de los suelos.
Antes de intentar responder esta incógnita debemos acordar una definición de lo que es
el suelo. No es sencillo desde el enfoque sintético o sistémico. Parafraseando al filósofo español J. Ortega y Gasset,
cuando un objeto tiene muchas utilidades
más difícil es su definición. En efecto, el suelo como cuerpo natural a
pesar de todas las utilidades reconocidas y valoradas al servicio de la
humanidad, estas parecen resignificarse: cada vez se le reconoce a los suelos
nuevas funciones y servicios. Por ello resulta difícil con una definición
conceptualizarlo. En su artículo A New Worldview of Soils el Prof. Henry
Lin ubica a los suelos en el ecosistema terrestre como cuerpos semivivos (Fig. 1):
frontera difusa entre lo no vivo y próximo al mundo mecánico Newtoniano y lo vivo próximo al mundo
evolutivo Darwiniano. (Ver apartado Funciones y Servicios ecosistémicos del Sistema Suelo en este blog)
En consecuencia, los suelos son cuerpos naturales que poseen en su
estructura y funciones en componentes vivos y no vivos, son entes continuos, es decir sin un límite claro que separa a los individuos
en espacio y discretos a la vez, pues
significa que individuos o partes son separables en algún punto del espacio pero siempre interdependientes. A
su vez, dichos cuerpos están sometidos a fuerzas
externas motoras que impulsan movimiento y disipación, de energía mecánica
a calor bajo los principio de conservación de masa y energía, como también están
sometidos a fuerzas internas bioquímicas, químicas y mecánicas que son de
naturaleza creadoras y organizadoras, que
impulsan cambios en estructura del cuerpo y en el nivel de información. Los
suelos, en este contexto son cuerpos "semivivos" del ecosistema terrestre
que funcionan como un puente entre el mundo biótico y abiótico y que están
regidos tanto por las leyes deterministas como las leyes evolutivas.
Ahora bien, si los suelos son cuerpos en constante
evolución ¿existe un final en la trayectoria evolutiva de los mismos al igual
que todo ser viviente? Según la 2º ley de la termodinámica todo lo que existe
en el Universo comenzó con una estructura y calidad y está desplazándose
irrevocablemente hacia otra estructura de muy baja calidad, de desorden
absoluto, de muerte. Por tanto, los suelos como todo lo que existe en el
universo estarían destinados a sucumbir como tales. Sin embargo, por ser
objetos semivivos o vivos contradicen aparentemente esta ley porque se han originado a
partir de estructuras simples y avanzaron hacia estados de mayor organización y
orden, con acumulación de energía de calidad e información. Esta evolución
operó en el tiempo hasta un determinado momento donde el tiempo se hizo
independiente y el suelo permanece constante en forma y composición y es
independiente de las condiciones iniciales. La Figura 2 ilustra este concepto.
Figura 2: Esquema de la trayectoria evolutiva del suelo (Fte: Adaptado de
http://www.madrimasd.org)
El suelo a lo largo de su historia
evolutiva el suelo ha incorporado y acumulado energía de calidad o energía útil
bajo la forma de nuevos compuestos (pe. humus, arcillas, sesquióxidos, etc.) o
de nuevas organizaciones (horizontes, agregados, microagregados) con respecto a
su material originario. Por otra parte ha exportado permanentemente deshechos,
residuos, energía de baja calidad (CO2, sales, calor, etc.) al
entorno circundante. Este complejo proceso evolutivo se sintetiza en la
PEDOGÉNESIS, conjunto de procesos en su mayoría irreversibles y permanentes en
el tiempo. Para que esta trayectoria evolutiva continúe en el tiempo, se
requiere del consumo constante energía y materia para mantener su organización.
Este influjo de materia y energía al cuerpo del suelo, por un lado es degradada
en su calidad de manera irreversible y por otro, exportada como desechos al
entorno a través de procesos disipativos. Otra parte de dicho influjo es transformado
y acumulado en energía útil para que el suelo se diferencie de sus estados
iniciales, se ordene, aumente su nivel de heterogeneidad, de información, de
energía libre y de su capacidad de realizar trabajo.
Los trabajos que realiza el suelo durante
la pedogénesis son variados: mecánico (pe. desplazamiento), químico
(transformación de sustancia -reactivos y productos), termodinámicos (pe
cambios entalpía o entropía) entre otros.
En general se resume el trabajo de la pedogénesis los cuatro procesos
generales que son: adición al cuerpo
del suelo, transformación, translocación
adentro
de los límites del cuerpo del suelo y transferencias
o pérdidas afuera de los límites del cuerpo (Figura 3). Las principales
fuentes de energía para dinamizar estos procesos son la radiación solar y la gravedad.
Figura 3: Procesos generales de la
génesis
Ahora bien, si los trabajos de estos
procesos son permanentes en el tiempo, se trataría de una trayectoria evolutiva
de diferenciación perpetua, sin final. Sin embargo, este proceso tiene un
momento donde las relaciones entre partes y el intercambio de energía y materia
se hacen constante por lo que deja de diferenciarse. Ello ocurre cuando alcanza
un balance cero
de materia y energía. En ese momento, el suelo alcanza un estado homeostático, que es estacionario
y dinámico en simultáneo (representado por el estado IV – Fig. 2).
Este estado implica que algunos proceso se detienen definitivamente, por
ejemplo el movimiento de solidos a través de adiciones o translocaciones (parte
estacionaria del estado). Sin embargo hay procesos permanentes como por ejemplo
intercambio de gases, soluciones, biomasa o transformaciones químicas lo que le
dan el carácter dinámico a este estado.
En el estado
homeostático el suelo se hace independiente del tiempo (como factor de
génesis) y alcanza una determinada configuración individual expresada en una
organización morfológica que le confiere identidad como individuo suelo o pedon y
una determinada capacidad para realizar trabajo, de funcionar, de hacer fluir
energía y materia a través de su masa. Cuando el suelo alcanza este estado
homeostático se encuentra alejado del equilibrio termodinámico ya que alcanza
una baja entropía y alta energía libre. En otras palabras, el suelo se aleja de
su final termodinámico. No obstante, el estado homeostático puede ser alterado
por el ingreso de fuerzas externas naturales o antrópicas. En la medida que
dichas perturbaciones no sobrepasen la resiliencia del suelo, es decir su
capacidad de auto regulación o auto organización, la condición de estado
homeostático se mantiene relativamente invariante y el suelo permanece con
iguales capacidades para el trabajo, con iguales funciones. Empero, cuando la
magnitud de la fuerza sobrepasa la capacidad de auto regulación hay un cambio
de estado hacia niveles diferentes de organización o de capacidad de realizar
trabajo. Por ejemplo, cuando un suelo recupera stock de C se gana mayor energía
libre, se organiza, gana información y por tanto aumenta su capacidad de
realizar trabajo. En cambio, cuando un suelo pierde C en valores inferiores a
un determinado umbral, se desorganiza, se homogeniza, pierde energía libre y por
tanto pierde capacidad de realizar trabajo o de cumplir ciertas funciones en el
ecosistema.
En síntesis, la impronta de cada proceso
de pedogénesis en particular y del conjunto en general se materializa en la
formación de un cuerpo tridimensional, constituido por elementos inertes y
vivientes que interactúan entre sí y están constantemente perturbados por
fuerzas internas y externas. Como cuerpo, el suelo incorpora y exporta materia
y energía desde su entorno, se diferencia de su condición de origen (material
originario o roca madre), acumula energía útil, se organiza morfológicamente,
alcanza un estado homeostático con determinada energía libre o capacidad de
realizar trabajo (mecánico, químico, termodinámico) dinamizando los flujos a
través su masa en el tiempo. En consecuencia, el suelo es sistema abierto y dinámico puesto que posee una estructura organizada que
alcanza un estado homeostático, intercambia materia y energía con su entorno lo que induce a cambios permanentes (dinámica),
acumula información y cumple con un determinado propósito o función que
discutiremos más adelante. En tal sentido, la interpretación del suelo bajo el enfoque
sistémico puede abordarse desde dos aspectos interdependientes entre sí aunque
separable a los efectos de facilitar la comprensión:
1 – Aspectos estructurales: hacen
referencia a lo estático, a la estructura, la organización vertical y
horizontal de los suelos. Las unidades de medida son la masa, la longitud, el volumen, la
molaridad, la normalidad y se rigen más por los principios de la física clásica
de la conservación de la masa y la energía.
2 – Aspectos dinámicos: hacen referencia
a los cambios que ocurren en su estructura por efecto de los flujos de intercambios adentro
y afuera del suelo, cambios en el stock y velocidades de flujos. Las unidades de
medida de las variables de flujos son entre otras: caudal, velocidad, energía, entropía. Estos procesos dinámicos
que también se rigen por la conservación de la masa y la energía al tener
trayectorias evolutivas con cambios de masa, organización e información, no puede
ser totalmente explicada y anticipados por la física clásica. Lin (2014) sostiene
que es necesario el desarrollo de nuevas leyes físicas y métodos numéricos para
el estudio y la predicción de comportamientos de los aspectos dinámicos en objetos como los suelos. No obstante, es imprescindible recalcar que separar aspectos
estructurales de los dinámicos de un sistema es solo a los fines didácticos
comprensivos. Es muy frecuente en la ciencia del suelo el estudio de estos
aspectos por separado, induciendo a una visión más reduccionista que
sistémica.
2 – Aspectos
estructurales
El suelo desde el enfoque analítico es un
cuerpo natural organizado en niveles creciente de complejidad. Desde el enfoque
sistémico el suelo es un “todo” configurado por elementos y conjuntos de
elementos interdependientes entre sí y con funciones derivadas de su
trayectoria evolutiva. Para organizar este todo es preciso identificar fronteras
o límites es necesario para establecer que aspectos dinámicos (flujos, procesos)
ocurren adentro del cuerpo y entre sus partes o elementos y cuáles ocurren
entre el cuerpo y su entorno. Oij Kerman (1974) propuso una clasificación
jerárquica de los niveles de organización del sistema suelo sobre una base
morfo - pedológica (Tabla 1) y a los
fines descriptivos y cartográficos.
Tabla 1: Niveles jerárquicos del Sistema Suelo
NIVEL
|
SISTEMA
|
DEFINICIÓN
|
1
|
PROVINCIA PEDOLÓGICA
|
Parte de una región definida por su
clima y topografía y caracterizada por un grupo particular de suelos.
|
2
|
UNIDAD DE PAISAJE COMPUESTA
o CUENCA
|
Área cuya distribución espacial
corresponde a una cuenca natural o una subcuenca y contiene cursos de primero
a enésimo orden.
|
3
|
UNIDAD DE PAISAJE SIMPLE
o CATENA o TOSECUENCIA
|
Una repetición regular de una
secuencia de suelos en asociación con topografía.
|
4
|
POLIPEDÓN / PEDÓN
|
Pedón: menor unidad tridimensional
de la corteza terrestre que puede considerarse un individuo suelo. Polipedón:
grupo continuo de pedones similares.
|
5
|
HORIZONTE
|
Capa de suelo mineral u orgánico,
aproximadamente paralela a la superficie que tiene características originadas
por procesos pedogenéticos.
|
6
|
PED - AGREGADO
(Macroestura)
|
Agrupamiento particular primario de
microagregados o partículas individuales que se separan de los peds vecinos
por superficie de debilidad que se reconocen como vacíos naturales o por la
presencia de barnices.
|
7
|
MICROESTRUCTURA
|
Microagregados (< 5 mm) formados
por dominios de coloides y partículas individuales de arenas y limos.
|
8
|
FASES
|
Sólida (mineral – orgánica),
gaseosa, líquida.
|
El nivel jerárquico central es el pedón – polipepedón por ser la expresión
elemental de la génesis, donde se concentra la información del resultado de la
acción pedogenética No obstante, la
identificación y análisis de cada nivel
jerárquico dependerá del objeto de estudio. Por ejemplo, si interesa analizar
el drenaje externo en relación a un área determinada, el nivel jerárquico de
relevancia es la cuenca (unidad de paisaje compuesta). En cambio, si interesa
hacer un cálculo de reposición de nutriente el análisis se focaliza a nivel de
fases. En consecuencia, las propiedades más importantes para describir e
interpretar un nivel del sistema dependen de la escala de observación y pueden
ser irrelevantes a niveles superiores o inferiores.
Wagenet et al., (1994) propusieron un
orden jerárquico de la organización estructural del sistema suelo con fines de
modelar la formación del mismo a partir de los flujos de agua, partículas y
solutos como la principal fuerza conductora de la pedogénesis (Tabla 2). La
actividad de estos procesos en el tiempo y en el espacio redistribuye los
productos de la mineralización y de la actividad biológica a través del
material de origen, conduciendo a la diferenciación del suelo tanto, en la
dimensión vertical como en la horizontal. El nivel central de esta
clasificación también lo constituye el
pedón (i).
Tabla 2: Niveles jerárquicos del Sistema Suelo (Wagenet et al., 1994)
N J |
Sistema
|
i + 6
|
Mundo
|
i + 5
|
Continentes
|
i + 4
|
Países,
provincias
|
i + 3
|
Regiones
de suelos, cuencas
|
i + 2
|
Catena
o cuenca
|
i + 1
|
Polipedón
|
i
|
Pedón
|
i – 1
|
Perfil,
horizontes
|
i – 2
|
Estructura
secundaria: peds
|
i – 3
|
Estructura
básica: dominios
|
i – 4
|
Molecular:
poros, partículas
|
Figura
4: Representación esquemática de algunos niveles jerárquicos del suelo.
La organización
estructural del sistema suelo indefectiblemente se vincula a una dimensión
temporal. La relación espacio – tiempo puede ser representada en un esquema
simple (Figura 5) como el propuesto por Delcourt y Delcourt (1983).
Esta gráfica espacio –
tiempo representa y explica la asociación entre el espacio bidimensional
(superficie) y el tiempo (años) donde se desarrollan los eventos o sucesos
físicos o biológicos -por ejemplo la pedogénesis- y establece diferentes
escalas de percepción. En la mega-escala predominan los procesos que explican
el origen y la estructura del universo. En la macro-escala predominan los
procesos geológicos, particularmente los que dan origen a las formas del
paisaje terrestre (pe. el relieve primario y rocas) y en la meso-escala
predominan los procesos pedogenéticos que dan origen a los suelos. Por último en
la micro-escala es el espacio tiempo donde transcurre la vida de la mayoría de
nosotros.
Esta gráfica espacio – tiempo representa
y explica la asociación entre el espacio bidimensional (superficie) y el tiempo
(años) donde se desarrollan los eventos o sucesos físicos o biológicos -por
ejemplo la pedogénesis- y establece diferentes escalas de percepción. En la
mega-escala predominan los procesos que explican el origen y la estructura del
universo. En la macro-escala predominan los procesos geológicos, particularmente
los que dan origen a las formas del paisaje terrestre (pe. el relieve primario
y rocas) y en la meso-escala predominan los procesos pedogenéticos que dan
origen a los suelos. Por último en la micro-escala es el espacio tiempo donde
transcurre la vida de la mayoría de nosotros.
Lin (2010) propone una relación entre los
niveles jerárquicos de las estructuras y los procesos subyacentes para
diferentes escalas: macro, meso y microscópica. También define al pedón (i) como el nivel central de observación
y monitoreo (Figura 6).
Durante la pedogénesis (trayectoria
evolutiva), los procesos inherentes a los diferentes niveles jerárquicos se
pueden diferenciar entre los que conducen a la organización del individuo suelo
y los opuestos. Entre los primeros, se destacan la formación de arcillas, la humificación
y formación de agregados entre los más importantes. Estos operan en los niveles
jerárquicos de pedón, horizonte (perfil), agregado y complejo órgano mineral
(Tabla 1) o en niveles i-1; i-2; i-3 de
la escala meso y microscopica superior
(Figura 6). En cambio, los procesos
que conducen a un aumento del desorden o a la homogeinización del perfil del
suelo son la respiración, mineralización de la materia orgánica, degradación de
los agregados (pe. compactación), dispersión, mezclado físico, meteorización,
acumulación de sales o materia orgánica no transformada, oxido-reducción entre
otros. Estos procesos operan en espacios más reducidos, es decir en los niveles
jerárquicos más bajos: macroestructura, microestructura y fases (Tabla 1) o en i-2,
i-3, i-4 en la escala microscópica (Figura
6). En las escalas mesoscópica superior y macroscópica operan los procesos de modelización
del paisaje. En el estado homeostático o
actual los procesos si bien están presentes en toda la estructura del sistema,
estos poseen diferente magnitud y acciones tal como se discutirá más adelante.
3 – Aspectos Dinámicos
3.1 –Flujos en el sistema suelo:
Los
flujos de energía externa que dinamizan los procesos formadores y mantienen el
estado estacionario - dinámico del sistema suelo son derivados de la energía
interna de la tierra, la radiación solar y la gravedad.
La energía
interna de la tierra se expresa como un conjunto de procesos endógenos que
ocurren en la corteza de la misma y son los que dan origen a la roca madre de
los suelos y a las formas de la superficie terrestre. Tales procesos son: los
magmáticos (plutonismo, filonianismo y vulcanismo) que dan origen a las rocas
ígneas, los metamórficos que originan las rocas metamórficas y los tectónicos
(pliegues, diaclasas y fallas) que dan origen a las formas de la superficie
terrestre, propiedad de los suelos que se llama relieve primario. Las rocas constituyen el material de origen de
los suelos y en su gran mayoría (80%) son de tipo sedimentarias producto de
rocas ígneas o metamórficas meteorizadas y transportadas por acción de agentes
exógenos tales como el agua o el viento.
Ej. loess.
La energía
solar interviene activamente en los trabajos de balance térmico,
fotosíntesis y del movimiento del agua y solutos en el suelo. El balance
térmico de los suelos (calentamiento – enfriamiento) es regulado por el balance
de radiación solar.
Rn
= (1-A) (I· sen h + i) + (Ez - Ea) [1]
Donde;
Rn: radiación neta
de onda corta y larga incidente en la superficie del suelo, A: albedo, proporción de la radiación
de onda corta que se refleja; (1-A): radiación de onda corta absorbida
por la superficie, I: intensidad de la radiación solar directa que llega a la
superficie horizontal; h: altitud
solar; i: intensidad de la radiación
solar difusa, Ez: radiación de onda
larga de la tierra (calor emitido desde la
superficie a la atmósfera); Ea:
radiación de onda larga de la atmósfera emitido a la superficie de la tierra
(calor emitido por la atmósfera)
Los términos de la ecuación [1] son:
(I · sen h + i) = radiación global de onda corta
(Ez - Ea) = radiación efectiva; calor transferido
desde la tierra al espacio
El valor del balance Rn puede ser positivo o negativo. En el primer caso, llega
más energía a la superficie de la tierra que la que se emite durante el día. En
este estado, los objetos terrestres aumentan su valor térmico, se aceleran las
reacciones y los procesos de intercambio. En caso de un balance negativo, los
objetos pierdem más energía de la que ganan. Esto ocurre p.e. durante la noche.
El suelo se enfría, los procesos se enlentecen y llegan a detenerse si el
enfriamiento es continuo en el tiempo (pe. en el orden de suelos Gelisoles).
La energía solar también es la
dinamizadora del proceso de fotosíntesis. Este proceso captura energía radiante
que se acumula en energía química en los tejidos vegetales. La ecuación general
de la fotosíntesis se puede expresar de la siguiente manera:
6 moles CO2 + 6 moles H2O
+ 686 kcal = 1 mol C6 H12 O6 + 6 moles de O2
Esta reacción es endotérmica ya que consume
686 kcal proveniente de la radiación solar para producir un mol de glucosa.
Este proceso posee una eficiencia global del 30%. La reacción inversa, es decir
la combustión de un mol de glucosa libera 686 kcal.
Cuando los tejidos vegetales mueren y
retornan al suelo algunas estructuras quedan como residuos (ligninas, taninos)
y otras pasan a estar disponible para los microorganismos del suelo
(polisacáridos, proteínas) que, mediante procesos de resíntesis y/o
recombinaciones producen la materia orgánica del suelo (MOS), con composición
química diferente a sus precursores. En síntesis, la materia orgánica del suelo es energía solar transformada y acumulada
en energía química a través del proceso fotosintético de organismos autótrofos.
La energía solar produce también la
movilidad del agua a través del proceso de evaporación. Este ocurre
directamente desde el suelo a la atmósfera o a través de la estructura vegetal,
proceso denominado transpiración. El paso de agua líquida a gaseosa se puede
representar de manera simplificada por la siguiente ecuación:
donde,
Er: evaporación (m), lv : calor latente de
vaporización (2.257 kJ kg-1
o 539 kcal kg-1), pw:
densidad del agua (kg m-3), Rn
: Radiación Neta (kJ m2).
La movilidad del agua produce la
translocación ascendente de iones en solución vía raíz debido a la
transpiración o vía poros a través de la evaporación directa (hay que
considerar la capilaridad como proceso coadyuvante). El resultado de este
proceso es una redistribución de elementos desde la profundidad del perfil a la
superficie. Esto ocurre cuando los tejidos vegetales retornan a la superficie
una vez muertos (aporte de materia orgánica fresca) o por precipitación de los
materiales solubles (salinización) en superficie.
Por último, con baja energía radiante no
hay transferencia de calor al agua, el suelo pierde calor, se enfría y puede
llegar al congelamiento. En tanto, una elevada incidencia de radiación solar
intensifica la pedogénesis debido al elevado suministro energético. Esto se
manifiesta en algunos suelos tropicales por alto grado de meteorización y la
subsiguiente acumulación de compuestos residuales más resistentes a la
transformación.
La gravedad
es la fuerza que dinamiza los movimientos en superficie tales como
coluviación, solifluxión, flujos de lodo y escurrimiento superficial de
sedimentos, engrosamientos por sedimentación, etc. y los movimientos en el
interior del suelo: percolación, lixiviación y eluviación. Todos estos procesos
son respuesta a la atracción gravitacional de la masa y provocan cambios en la
organización espacial del sistema suelo.
Los flujos externos inducen a cambios en
las forma de la superficie del suelo: decapitación o denudan la parte
superficial en situaciones topográficas inestables por movimientos en masa
(desprendimientos, deslizamientos, erosión). En contraste, producen la adición de materia por
deposición o sedimentación del material
transportado por el viento y el agua en zonas de acumulación del paisaje.
Los flujos internos, producidos por la
atracción gravitacional tienen fuerte significancia sobre la diferenciación de
horizontes y ocurren como resultado del movimiento del agua desde la superficie
hacia capas más profunda del suelo a contenidos de humedad mayores que la
capacidad de campo. Para que este proceso tenga lugar es necesario el ingreso
de agua como flujo externo de entrada al sistema suelo. Si la precipitación
excede la evaporación hay un movimiento de neto de agua y elementos solubles o
en suspensión (lixiviación y lavado respectivamente) que son desplazados
hacia abajo por efecto gravitatorio a través del perfil.
Si bien la cantidad de agua disponible
para lixiviar o lavar a través del perfil está condicionada por la posición
topográfica y el balance lluvia/evaporación, la cantidad de material lixiviado
o lavado está determinado por características internas tales como permeabilidad
(matriz porosa), la profundidad de la zona no saturada o vadose, la presencia de capas cementadas o de material rocoso
impermeable. No obstante, la percolación de agua es el principal flujo de
energía responsable de la translocación y remoción de los constituyentes del
suelo.
La
translocación de arcilla, materia orgánica y aluminio tienen como consecuencia la
formación de la mayoría de los horizontes más diferenciados en los suelos: argílico,
álbico y spódico. El lixiviado de componentes solubles, promueve el desarrollo
en casi todos los suelos y es una de los procesos de exportación de desecho (entropía)
fuera de las fronteras del sistema suelo. Por último, es interesante hacer
notar, que mientras la radiación solar tiende a concentrar los elementos en la
superficie, la gravedad tiende a moverlos hacia adentro (abajo) o afuera. La siguiente figura
esquematiza los tipos de flujos verticales y horizontales adentro del suelo
como los flujos de intercambio con el entorno (Figura 7).
Figura 7: Representación esquemática de flujos en suelo y algunas unidades (adaptado de Smeck et al., 1983).
3.2 – Flujos, procesos y trayectoria evolutiva del suelo.
El trabajo del fluir de materia y energía
en el suelo, al inicio de la trayectoria evolutiva posee una función prevalente:
impulsar el cambio en el material de origen del suelo hacia un estado más
organizado, con mayor energía libre e información. No obstante esta dinámica
adquiere durante el tiempo de génesis un carácter diferencial. Por un lado se
desarrollan procesos, flujos y cambios de tipo cíclicos (reversibles) y
relativamente rápidos (∆t diarios o estacionales). Esta dinámica, por un lado
crece en magnitud conforme transcurre el tiempo de génesis y por otro
interacciona y retroalimenta a los procesos lineales (irreversibles) y más lentos (∆t centurias, milenios) que van cambiando de estado,
organización por formación de masa, energía e información en el suelo (Figura
7). El primer grupo de procesos de carácter reversible y alta dinámica temporal
se denominan Procesos Funcionales del Suelo (SFPs), mientras que el segundo
grupo de carácter irreversible y lenta dinámica temporal se denominan Procesos
Específicos de la Pedogénesis (SPPs) (Tabla 3) .
Figura
8: Flujos, procesos y evolución del suelo (traducido y adaptado de Lin 2014).
Tabla 3: Detalle de los SFPs y SPPs
3.3 - Flujos de energía y entropía
El suelo como sistema abierto acumula e
intercambia materia y energía con su entorno. El flujo energético a través del
cuerpo del suelo es el que dinamiza los procesos de acumulación y ordenamiento
de materia durante su evolución genética (SPPs – Figura 8) y es el que mantiene
los flujos funcionales (SFPs – Figura 8) operando y los flujos de disipación de
energía no útil (entropía). Vale recordar para que fluya energía es necesario
la existencia de gradiente o diferencia de energía potencial entre una fuente y
un sumidero.
El grado de organización que alcanza un
suelo está directamente relacionado con el balance entre los procesos lineales
(SPPs – Figura 8) y con los procesos de disipación de energía no útil. En otras
palabras, el grado de organización espacial y temporal que alcanza un suelo es
proporcional al flujo energético que circula a través de su masa.
Durante la etapa de formación de un
suelo, este incorpora y almacena más energía que la que cede al entorno. Esta
característica hace que disminuya su entropía interna (desorden) o aumente su
entropía negativa y adquiera, de esta manera, una determinada capacidad de
realizar trabajo (energía libre). Este proceso es contínuo en el tiempo y
avanza hasta que se alcanza un estado de no-equilibrio energético,
cuasi-estacionario o estado estacionario-dinámico u homeostático: el sistema no
crece, no se diferencia, no se degrada sino que permanece dinámico en sus
flujos pero estacionario en sus cantidades y cualidades. En este punto de la
historia evolutiva de un suelo, se puede considerar que los flujos de materia y
energía que circulan a través de su masa -principalmente calor, agua, carbono y
elementos químicos en solución o suspensión, se hacen relativamente constantes.
Estas características, propias de un
sistema abierto, hacen que cada suelo alcance un determinada capacidad de
realizar trabajo, de movilizar energía y materia (SFPs – Figura 8) y que se
expresa a través de la calidad de sus propiedades morfológicas, físicas y
químicas, en la velocidad de los flujos que circulan a través de su masa y en
la capacidad de auto – equilibrio o auto – regulación, propiedad de los
sistemas abierto denominada resilencia.
En el estado de no-equilibrio[1] termodinámico, los flujos energéticos que circulan son dos: el flujo
de energía cuyo balance se deduce de la 1º Ley y el de entropía que obedece al
enunciado de la 2º Ley de la termodinámica (Steinborn and Svirezhev, 2000). Ambos ocurren en forma
simultánea para mantener el sistema alejado del equilibrio termodinámico. La Figura
9 sintetiza ambos flujos en el sistema suelo.
[1] Los suelos no cumplen con la 2º Ley. De cumplirse, todo conduciría en
dirección hacia la azarosidad completa del sistema. En algún momento los
minerales se destruirían, no existirían gradientes de presión y ni de
temperatura y los paisajes no solo se nivelarían completamente, sino que seria imposible
distinguirlos debido a la inexistencia de interfases entre la tierra, el agua y
el aire. Todos los procesos se detendrían ya que toda la energía se ha disipado
al espacio intersideral y se habría alcanzado el equilibrio universal con el
máximo desorden, homogeneidad o entropía. Pero como el suelo acumula entropía
negativa o energía útil, la segunda Ley explica solo los procesos disipativos
de carácter irreversibles donde siempre ΔS > 0.
Entradas
|
Salidas
|
Procesos Organizativos |
Procesos
Disipadores
|
Radiación Solar Gravedad Energía interna Tierra Lluvia y Calor Producción Primaria Neta |
Evapotranspiración Erosión Percolación / Lixiviación Emisión de gases Exportación de nutrientes |
Fotosíntesis Humificación Agregación Floculación Horizonación Ilimerización |
Meteorización Mineralización Respiración/combustión Dispersión Mezclado físico Pérdida de agregación |
Explicación del diagrama Figura 9: La energía que fluye a través del suelo tiene sus orígenes en tres fuentes: la radiación solar, la gravedad y la energía interna de la tierra. Por su parte, la masa tiene su origen en la lluvia y la productividad primaria neta (sin considerar la influencia acción humana). Esta masa y energía dinamizada por los procesos atmosféricos y geológicos transfieren al suelo calor (Qin) y materia (min). Esta transferencia impulsa trabajo (W) que junto al calor y materia incorporada al sistema, cambian la energía interna del suelo (∆U). Por otra parte, durante la evolución del suelo el ingreso de calor y materia dinamizan los procesos pedogenéticos que impulsan cambios en cantidad y calidad el suelo, lo diferencia de su material de origen y lo organizan vertical y horizontalmente. Paralelamente a este fluir de energía se establece, por imperio de la 2º Ley de la termodinámica, un flujo de entropía producto del balance entre procesos disipativos que generan desorden, desestructuración y homogeinización y procesos organizativos que generan orden, estructura y heterogeneidad. La entropía total (ΔStotal) es la suma de la entropía de los procesos disipativos internos e irreversibles (ΔSinterna) que es siempre positiva y del cambio de entropía con el entorno (ΔSintercambio) que puede ser positiva o negativa. El resultado final de este balance de entropía total (ΔStotal), si es negativo la entropía fluye hacia el sumidero como calor (Qout) y materia de desecho, no útil (mout). De lo contrario, si es positivo se acumula adentro de los límites del sistema suelo y cambia su condición de estado (∆U) pudiendo incluso, acercar el sistema al equilibrio termodinámico impuesto por la 2° Ley: la muerte. Por último, el destinatario de todo este trabajo (W) es el establecimiento y evolución de la vida en el suelo y la estabilización de las formas de los paisajes. Ambos subsistemas vuelven a influir o retroalimentar el balance de materia, energía y entropía de manera cíclica manteniendo el sistema en estado alejado del equilibrio termodinámico.
En términos de balance, la energía
fluyendo desde la fuente al sumidero y pasando por el suelo se expresa como:
∆U = Qnet – W + (mh)net [3]
∆U = Qnet – W + (mh)net [3]
Donde, ∆U cambio de energía interna del suelo, Qnet cantidad neta de calor adicionado (Qinp – Qout); W: trabajo, (mh)net: plus energético por ingreso de materia donde h: entalpía (calor contenida en la masa de la materia) y m cantidad de materia adicionada: mnet = (minp – mout).
En términos de balance de entropía, correspondiente
a una serie de procesos de carácter disipativos se expresa como:
ΔStotal
= ΔSinterna + ΔSintercambio [4]
El término ΔSinterna se refiere a los cambios de entropía en el suelo relacionados a los procesos disipativos, generalmente de carácter irreversible que impactan fundamentalmente a nivel de microestructura, fases (i-3, i-4) de los niveles jerárquicos (Tabla 1) e involucra partículas o moléculas relativamente simples. De acuerdo a la 2ª Ley este cambio de entropía es siempre positivo y se corresponde con la entropía interna de Prigogine (ΔSi).
El término ΔSintercambio representa el cambio de la entropía del suelo en relación al
intercambio con el entorno. El resultado del intercambio puede ser positivo
negativo y se corresponde al término (ΔSe) de Prigogine (1961). Si es negativo se exporta entropía afuera
de los límites del sistema alejando el mismo del equilibrio termodinámico. Por
el contrario, si es positivo la entropía se acumula adentro del sistema y
acercando el mismo a su equilibrio termodinámico.
Durante la pedogénesis, el cambio ∆U
se expresa en términos termodinámicos de la siguiente manera:
∆U = T ∆Stotal – P ∆V + ∆G [5]
Donde, T y P
son temperatura y presión promedio del sistema, ∆V cambios de volumen del
sistema (es el espacio que ocupa el mismo) y ∆G cambio en la energía
libre Gibb. Esta expresión nos indica que un sistema suelo alcanza al final de
su trayectoria evolutiva, un determinado nivel energético que tiene relación
directa con su capacidad de realizar trabajo (energía libre de Gibbs) y entropía.
Finalizada la
pedogénesis y dado que en condiciones estables de P y V, U ≈ H
(entalpía), reemplazando en la expresión anterior:
∆G = H - T ∆Stotal [6]
Donde ∆G la
energía libre de Gibbs tiene relación directa con la entropía. Si ∆Stotal
> 0 el sistema pierde energía libre: [H – (+ ∆S)]. Por el
contrario si Si ∆Stotal < 0 el sistema gana energía libre [H – (–
∆S)]. Si el valor final de ∆G = 0 el sistema se encuentra en
equilibrio termodinámico, ∆G > 0 en el sistema no ocurre
ningún trabajo de forma espontánea y si ∆G < 0 en el sistema el trabajo
ocurre de manera espontánea y cuando más negativa sea dicho valor más capacidad
de realizar trabajo.
La Figura 10 relaciona
estados de S y G de tres suelos calculados a partir de la composición
química y reactancia de sus minerales según Volobuyev and Ponomarev
(1977) y modificado a los fines de este análisis.
Figura 7: Energía libre de Gibbs (ΔG) y
entropía (S) para diferentes suelos y minerales asociados a su composición
mineralógica (extraido de Lin 2011).
La construcción de de esta gráfica se realizó a partir
del cálculo de S y G de los minerales fueron calculados sobre la base de la termodinámica
de sus reacciones químicas. Por tanto los valores de S y G para los suelos y
rocas se calcularon asociando los valores de S y G de los minerales con la
composición mineralógica de cada suelo. Por
su parte, S corresponde a entropía
que se no se exporta al entorno (ΔSmatriz o ΔSi) y por tanto se acumula en el suelo.
De
la relación encontrada se deduce que:
- G < 0 para todos los suelos indican
que se encuentran lejos del equilibrio termodinámico desde el punto de vista
mineralógico y los de mayor nivel energético son los Oxisoles, seguido de los
Molisoles y por último los Vertisoles.
- S > 0 para todos los suelos indican la acumulación de
entropía interna por el proceso de meteorización, siendo los suelos con mayor
nivel de desorden mineralógico los Oxisoles, seguido de los Molisoles y por
último los Vertisoles.
- Oxisoles son los suelos que acumulan la mayor entropía
dado los intensos procesos de meteorización a lo que están sometidos. En el
estado estacionario los minerales predominantes de la matriz son los más estables
a la meteorización ya que son óxidos residuales de Fe y Al y cuarzo. En el otro
extremo de la gráfica se encuentran los Vertisoles, suelos que desde el punto
de vista mineralógico mantienen estructuras organizadas por tanto su entropía interna
es menor. Molisoles se localizan en la escala media de la relación.
3.3 – Cuantificación de los flujos de energía:
Se presentan dos metodologías para
el cálculo del balance energético en términos de flujo de energía sin
considerar el stock o acumulación de la misma en el suelo.
Este modelo consiste en calcular la energía
necesaria para dinamizar los procesos generales de la génesis: adiciones, pérdidas, transformaciones y
translocaciones. Estos procesos conceptualizados por Simonson (1959) a
escala de pedón, utilizan como fuente de energía casi exclusiva la radiación
solar y en menor medida la gravedad (Chadwick & Graham 2000, Hoosbeek et
al. 2000). Un importante aporte metodológico en esta línea lo realiza Volobuyev
(1964). Este autor, al estudiar la distribución geográfica de los suelos en el
mundo encontró que los diferentes tipos genéticos se desarrollan dentro de
determinados intervalos de radiación solar y precipitación. En tal sentido, al
procesar numerosos datos de temperatura, lluvia, evapotranspiración y productividad de la
fitomasa nativa para diferentes tipos genéticos de suelos, encontró una
relación exponencial entre el consumo o gasto de energía solar para la
formación del suelo (Qfs) y la radiación solar neta para
zonas con el mismo rango de temperatura –a las que denominó Termosecuencias y con
distinto rangos de un índice de humedecimiento (Kn)–denominadas
Hidrosecuencias. La expresión gráfica del modelo se presenta en la Figura 11
Figura 11: Relación entre energía de formación del suelo (kcal cm-2 año-1), radiación solar neta, rangos de temperatura y rangos de índice de humedecimiento (Volobuyev 1964)
A partir de relaciones empíricas desarrolló un modelo
matemático que cuantifica el flujo anual de energía de formación del suelo y
estableció en que proporción dicha energía es utilizada en diferentes procesos
pedogenéticos.
El procedimiento de cálculo de la energía dinamizada
durante la formación del suelo es necesario contar con datos medios anuales de:
Ø radiación
global a nivel de suelo,
Ø temperatura
del aire
Ø precipitación
Ø evapotranspiración
potencial.
Con las variables enumeradas precedentemente, se calculan diferentes
parámetros energéticos para estimar finalmente la energía dinamizada en la
formación del suelo. El primer parámetro energético que se calcula es el Índice
de Humedecimiento (Kn) que surge de la relación entre el flujo anual de ingreso
y de egreso de agua al que está expuesto cada suelo (valor adimensional). Este
índice permite clasificar ambientes pedogéneticos desde el punto de vista de la
disponibilidad hídrica por el clima. El cálculo se realiza con la ecuación [1]:
Donde:
P y E0 son los valores medios anuales (mm año-1)
de precipitación efectiva y evapotranspiración potencial respectivamente.
El segundo parámetro energético a calcular es la radiación
solar neta a nivel del suelo (Rn) que surge del balance entre la radiación de
onda corta que llega a la superficie del suelo y la radiación de onda larga
emitida por la tierra. Contando con el dato de radiación solar global de cartas
solarimétricas (Grossi Gallegos, 1998) o radiómetros, se
procede a convertirlo en radiación neta mediante la ecuación [2]:
Rn
= Rg (1 - α) + Re – Rs [8]
Donde:
Rn
= radiación solar neta (kcal cm-² año-1 ó kJ m-² año-1 ó W m-²)
Rg
= radiación global a nivel del suelo (kcal cm-² año-1
ó kJ m-² año-1 ó W
m-²)
a = albedo cuyo valor para praderas es 0,2 y para
bosques 0,15.
Re
= radiación de onda larga entrante que surge del producto entre la constante de
Stefan Boltzmann (5.7x10-8 W m-2 K-4) y la
cuarta potencia de la temperatura media anual del aire expresada en grados K.
Rs
= radiación de onda larga saliente que surge del producto entre Re y el
coeficiente de emisividad de la tierra medio anual (0,805).
El tercer parámetro energético a calcular es el Índice
Hidrotérmico (IHT). Este índice representa la magnitud relativa de los flujos
de energía externa que ingresan al suelo por radiación solar y precipitación,
es adimensional y se calcula con la ecuación [3].
Donde
IHT: índice hidrotérmico
IHT: índice hidrotérmico
Rn: radiación neta media anual (kcal cm-2
año-1)
L: calor latente de evaporación del agua (0,591 Kcal g-1)
P: precipitación media anual (g cm-2 año-1)
S = escurrimiento superficial medio anual (g cm-2 año-1). Este parámetro puede desestimarse áreas de extensas planicies con pendientes menores al 1%.
L: calor latente de evaporación del agua (0,591 Kcal g-1)
P: precipitación media anual (g cm-2 año-1)
S = escurrimiento superficial medio anual (g cm-2 año-1). Este parámetro puede desestimarse áreas de extensas planicies con pendientes menores al 1%.
Por
último, el cuarto parámetro energético a calcular es la energía de formación
del suelo. Esta representa, durante la etapa de formación, el gasto de energía
solar para dinamizar los procesos de génesis. La energía de formación se
calcula con la ecuación [4]
Donde:
Qfs = energía
olar que anualmente participa en los procesos de formación del suelo o
del mantenimiento de su organización pedológica (kcal cm-² año-1
ó kJ m-² año-1)
Rn
= radiación solar neta media anual (kcal cm-² año-1
ó kJ m-² año-1)
e = 2,718 (base del logaritmo natural o neperiano)
IHT:
índice hidrotérmico (ecuación [3])
La
productividad primaria neta de fitomasa nativa también depende de las
condiciones de temperatura y humedad. Como ambas variables climáticas se
correlacionan con la formación de suelo, es lógico esperar una correlación
también con la productividad. En tal sentido, Volobuyev (1974) determinó
empíricamente la siguiente ecuación [5]:
Donde:
Yppn: productividad primaria neta en (Mg ha-1 año-1)
Qfs: energía de formación de suelo
en (kcal cm2 año) (ecuación [4])
n = 1,38
3.3.2 – Modelo Rasmussen
En la misma línea de evaluación energética que el modelo
precedente, Rasmussen (2005) tomando como modelo conceptual el propuesto por
Jenny (1961) que establece que el estado de un suelo (S) es función de un
factor estado inicial (L), un factor de flujo externo (P) y la edad del sistema
(t); desarrolló un modelo matemático que permite calcular en unidades de
energía el aporte que realiza la precipitación efectiva y la productividad
primaria neta (factor P) y un índice de meteorización (PMI) basado en las
características químicas y físicas de la roca madre (factor L) El factor edad
en este modelo (t) es desestimado.
Para el cálculo de la energía proveniente de la lluvia
se determina en primer lugar la precipitación efectiva. El autor establece que
sólo en aquellos ambientes donde la lluvia es mayor o igual a la
evapotranspiración potencial (P ≥ ET) hay un excedente al que denomina
precipitación efectiva (Pe) que es la que fluye a través del cuerpo del suelo y
tiene un potencial meteorizante. Como la energía del agua está asociada a la
temperatura, el modelo asume que el agua fue acondicionada desde los 0 ºC (temperatura de cristales del hielo) a la
temperatura del aire (MAT) durante la licuefacción de la misma. Cuando el agua
ingresa al suelo mantendría una temperatura similar a la del aire ya que la
temperatura del suelo es similar a aquella. En consecuencia, la temperatura del
aire puede ser utilizada como una aproximación de la energía contenida en el
agua por temperatura de la Pe. Por otra parte, la energía cinética del flujo de
agua a través del suelo es desestimada. En consecuencia, el valor energético
del flujo de agua a través del suelo que proviene de la precipitación efectiva
se calcula con ecuación:
Donde:
EP = flujo energía
por lluvia (J m-2 año-1)
c = calor latente de evaporación (4.18 J g-1
K-1),
Pi = masa de agua media mensual precipitada
(g m-2) si P ≥ ET
MATi = temperatura media mensual (K)
Para
cuantificar el ingreso de energía biológica al sistema suelo el modelo utiliza
el modelo propuesto por Lieth (1975) que relaciona la productividad primaria
neta con la temperatura media anual mediante la ecuación [7]:
Donde PPN = Productividad
Primaria Neta (g m-2 año-1)
MATi = temperatura media del aire (ºC) para
los meses que P ≥ ET
Para
transformar la masa producida a unidades energéticas:
Donde EPPN =
flujo energía por materia orgánica (J m-2 año-1)
PPN = Productividad Primaria Neta (g m-2
año-1)
fe = unidad de conversión energética (22.200 J g-1)
Por consiguiente el flujo final de energía que
ingresa al sistema Ein suelo es:
3.4 –Valoración cualitativa de la entropía
La diferenciación y organización
del material originario de los suelos en pedones se debe a la acumulación de
materia y energía durante la génesis, por tanto la entropía del sistema
disminuye por exportación de entropía hacia los sistemas circundantes.
Entonces, la génesis del suelo permite alcanzar un ordenamiento del mismo con
mayores niveles energéticos e informativos, conducidos por los flujos de
energía y materia y por el balance de entropía.
La categorización del
tipo de entropía resultante de la pedogénesis puede ser valorada
cualitativamente para cada nivel jerárquico del sistema suelo y en un
determinado tiempo. Por ejemplo, la meteorización mineral incrementa el
desorden porque produce minerales desorganizados por lo que la entropía es
positiva. Sin embargo, cuando los productos de la meteorización mineral
restablecen la concentración de la solución del suelo o cuando precipitan para
formar minerales secundarios (coloides) la entropía es negativa a pesar de que
son procesos de velocidades muy diferentes. La ganancia de materia orgánica del
suelo implica entropía negativa mientras que la mineralización de la misma
entropía positiva. La eluviación - iluviación, se refiere a la remoción
preferencial de constituyentes tales como arcillas, quelatos orgánicos y óxidos
de una zona del perfil y la subsiguiente acumulación a otra. Dado que estos
procesos tienden a clasificar los constituyentes del suelo, incrementan el
orden dentro del mismo y por tanto se le asigna un valor negativo a la
entropía. La lixiviación remueve o elimina productos de reacciones
irreversibles, por tanto incrementa el
orden y también implica entropía negativa. El mezclado físico (P.ej.
argiloturbación en los Vertisoles) es un proceso pedogenético donde la entropía
es positiva.
En la Tabla 5 se enumera algunos de los procesos
pedogenéticos mencionados y su relación con el balance de entropía.
Tabla 5: Relación entre
proceso pedogenético y entropía
Proceso
Pedogenético
|
Tipo
|
Entropía
|
Adición
|
materia orgánica
minerales
|
negativa
positiva
|
Remoción
|
lixiviación
erosión
|
negativa
positiva
|
Transformación
|
minerales
materia orgánica
|
positiva
negativa
|
Translocaciones
|
lavado
|
negativa
|
En situaciones con capas
freáticas conectadas capilarmente a la superficie, la evaporación puede
trasladar a los horizontes superficiales iones desde el freático. Esto iones
son productos de la entropía eliminada de sistemas circundantes, mientras que
en situaciones de suelos sin vegetación, la energía radiante acelera el ascenso
de solutos por capilaridad, redistribuyendo en el perfil la entropía de otros
sistemas y aumentando el nivel de desorden del mismo (entropía positiva). La
misma situación pero con la superficie del suelo cubierta de vegetación viva o
muerta, neutraliza esta tendencia y por tanto el balance de entropía puede ser
negativo.
La evaporación de agua en
suelos en laderas con peligro de deslizamiento en masa, en suelos con posibilidad
de congelamiento, en suelos con freática alta sin sales es un proceso de
entropía negativa. Los procesos vinculados a la gravedad (coluviación,
solifluxión y deslizamientos en masa) implican entropía positiva.
El balance de entropía
durante la formación de suelos es analizado cualitativamente por Smeck et. al.
(1983). Dicho balance es debido a distintos procesos pedogenéticos y por orden
de suelo se indican en la Figura 9. Se
asigna un valor positivo o negativo a cada proceso en función de una evaluación
conceptual sobre el cambio en la azarosidad o desorden que producen durante la
evolución del perfil.
a) El mezclado físico
debido a las presiones de expansión - contracción, a la actividad biológica u
otros procesos como el congelamiento - descongelamiento, incrementan la
distribución azarosa de los componentes del suelo y por tanto, se le asigna un DS
positivo.
b) La meteorización
mineral involucra la ruptura de enlaces químicos que resulta en liberación
de energía y en un incremento en el desorden porque produce minerales
desorganizados por lo que la entropía es positiva. Sin embargo, cuando los
minerales meteorizados precipitan para la formación minerales secundarios
(coloides) la entropía es negativa.
c)
La acumulación de materia orgánica es un proceso que disipa, reorganiza,
traslada y acumula energía por lo que se arroja un balance de entropía
negativo.
d) La lixiviación
disminuye la entropía. Sin embargo se puede argumentar que una vez que el
lixiviado dejó el solum, la azarosidad del suelo lixiviado se incrementó debido
a la remoción total o parcial de los componentes solubles. Pero para la
finalidad del balance propuesto se acepta la primera hipótesis y se asigna, un
valor negativo.
En la Figura 9 se estima el cambio neto de entropía para
cada Orden de suelo sumando los cambios de entropías individuales para los
procesos indicados. El cambio de entropía de cada proceso es ponderado por su
contribución relativa en la formación del
suelo.
Debido a que la mayoría
de los procesos producen cambios de entropía negativos, el cambio neto de
entropía para la mayoría de los órdenes es negativo. Sin embargo si el mezclado
físico y la meteorización de minerales primarios fueron mucho más importantes
en el desarrollo de los suelos que los otros procesos, el cambio de entropía
neta pasa a ser positivo.
Según
Smeck et. al. (1983) el balance de entropía es conceptualmente razonable, por
lo que se sugiere que la pedogénesis resulta en una disminución de entropía
para la mayoría de los órdenes de suelo. Solo en la formación del Vertisol
resulta un cambio de entropía positivo debido al movimiento interno de
materiales que sufre. Para los otros ordenes el balance arroja cambios de
entropía negativos al desarrollar sus respectivos perfiles. Por último las consideraciones
generales que los autores asumen para esquematizar el balance son:
-
Los
procesos seleccionados son los más relevantes y no son mutuamente excluyentes.
-
La
longitud de la flecha es directamente proporcional a la importancia de cada
proceso en cada orden.
Figura 12: Representación
esquemática del balance de entropía cualitativo en diez órdenes de suelos
(Smeck et al, 1983)
En este epígrafe se
presenta un modelo para cuantificar el balance de entropía en un
agroecosistema. Un agroecosistema es un “transformador” de energía natural y
artificial en energía de valor económico. El incremento en la producción de un
agroecosistema se correlaciona positivamente con el incremento en el flujo de
energía artificial (maquinaria, combustible, pesticidas, fertilizantes). Sin
embargo, hay un límite a este crecimiento y el mismo queda establecido por la
capacidad del sistema de exportar entropía a su entorno o de acumular entropía negativa. Recordemos que la incorporación de energía y materia al sistema
suelo (Made-man input – Figura 6) no
solo impacta en el balance de energía total del sistema (∆U = Qnet – W + (mh)net)
sino también en el balance de entropía (ΔS = ΔSi + ΔSe). Si el sistema no es
capaz de exportar entropía esta se acumula internamente y hace disminuir la
energía libre decayendo su capacidad de realizar trabajo (DG = DH - T DS).
En un agroecosistema se extrae solo
una porción de la energía de valor económico que se produce. El resto queda
adentro del propio sistema. Supongamos un agroecosistema de maíz: una parte de
la energía dinamizada se convierte en granos y la otra parte en rastrojo. El
rastrojo una vez generado ingresa en el flujo de entropía por tanto, de alguna
manera debe reciclarse, sino su acumulación es permanente (en ciclos
productivos sucesivos) introduciría tal desorden en la superficie del suelo que
bloquearía los flujos de intercambio con el entorno por tanto su capacidad de
realizar trabajo en el agroecosistema.
En tal sentido, el rastrojo debe “degradarse” mediante
el proceso biológico de la “respiración”. Para que el producto de la
respiración (entropía) pueda fluir hacia afuera de los límites del
agroecosistema debe establecerse un gradiente de entropía entre el sistema y su
entorno. Este gradiente ha sido denominado como “bomba de entropía” (Svirezhev 1996).
La BE es la capacidad del
agroecosistema de exportar entropía (ΔSe)
y depende de la cantidad de energía artificial incorporada (W), de la producción del agroecosistema
(P1)
y de la producción del sistema en el estado estacionario (P0)
post-pedogénesis. El modelo conceptual desarrollado por Svirezhev (1996) es:
DST
= W +
(1-k) (1-r) P1 + rP1 – P0 [16]
DST: flujo entropía a una determinada temperatura (ºK)
W:
energía externa (insumos y herramientas)
P1: energía producida anualmente por el agroecosistema.
P0: energía producida anualmente en el bioma vegetal en
un suelo en estado estacionario post - pedogénesis.
(1-k)(1-r)P1: entropía remanente en el
agroecosistema (ΔSi) donde k: proporción de energía
extraída del ecosistema o índice de cosecha y r: coeficiente de
respiración del bioma vegetal)
rP1: entropía disipada por respiración (ΔSe)
El flujo de entropía en un agroecosistema se puede
calcular matemáticamente con la siguiente ecuación:
DS: flujo entropía anual
T:
temperatura media en ºK
P0:
producción de energía del bioma vegetal nativo
y
: producción energía del agroecosistema
n = y / W eficiencia de uso de la
energía externa
s = k (1 – r) entropía interna (ΔSi)
Si DS
> 0 en el sistema acumula entropía interna (material vegetal que no se
degrada) y por tanto decae su energía libre. Por el contrario si DS < 0 el sistema
exporta entropía a su entorno y mantiene su energía libre.
Este modelo explica claramente que “el hacer fluir
energía en un sistema suelo para obtener bienes económicos indefectiblemente
por imposición de la 2º Ley debe aumentar la entropía del entorno por la
exportación de entropía que tiene efectuar el sistema suelo para mantener su
capacidad de realizar trabajo”.
El fluir de la entropía de un agroecosistema parte se
hace como calor hacia el espacio pero otra parte se acumula en los ecosistemas
terrestres (pe. atmósfera CO2 , en la hidrósfera N-NO3-)
por tanto va incrementando el desorden en el entorno con consecuencias
negativas para la supervivencia humana. Este proceso se conoce como pasivos ambientales que entre los más
vinculados a la actividad agropecuaria se destacan el calentamiento global (por
emisión GEI por combustión de materia orgánica, combustibles fósiles, emisiones
de metano por rumiantes, etc.), la contaminación con nitrógeno del agua (por
lixiviación de nitratos por la ineficiencia en el uso de fertilizantes,
fijación biológica, etc.) y la contaminación con fósforo del agua (por
escurrimiento superficial y lixiviación)
(Rockstron et al., 2009).
3.7 – Entropía e información
La entropía también se usa para medir la
cantidad de información promedio que contiene un sistema. La entropía de la
información valora el grado de ordenamiento de un sistema (más diferenciado,
más ordenado → menos entropía y viceversa) por lo que permite conectar los
patrones de organización del sistema suelo con la entropía termodinámica
(Quijano y Lin, 2014)
La entropía de la
información se puede aplicar a la composición química total del suelo en
función del contenido de óxidos totales (Zapata 2006). De acuerdo a la 2º Ley,
cuando mayor homogeneidad en la composición mayor es la entropía pues se acerca
al equilibrio termodinámico. En tal sentido, la relación entre el contenido
individual de óxidos (Si, Al, Fe, Ca, Mg, K, Na, Mn) y el total de óxidos en el perfil del suelo es una información que en términos entrópicos se
puede calcular con la siguiente ecuación:
Donde, S (negativa) es la entropía informativa, Xi es el contenido porcentual de iésimo óxido, G es la suma porcentual de todos los óxidos en el suelo y N es el número de óxidos contabilizados en la masa del suelo. Los valores máximos y mínimos de entropía, calculados con la ecuación [18] dependen del número N. En tal sentido, el valor mínimo de S, cercano a cero, se obtendrá cuando prevalezca un solo óxido en toda la masa del suelo. Por el contrario, el valor máximo de entropía (S<0 10="" 3="" a="" contabilizados="" contabilizan="" contenido="" contenidos="" cuando="" de="" el="" en="" entrop="" es="" igual="" iguales.="" los="" m="" n="" nbsp="" p="" pe.="" porcentual="" presenten="" se="" si="" valor="" xidos="" ximo="">0>
La Tabla 6 da cuenta de la proporción de óxidos (Xi de la ecuación [18]) en un Fluvaquent, Distropept y Paleudult en una toposecuencia.
Tabla 6: Contenido de óxidos en tres
suelos
En función de las proporciones y aplicando la fórmula [18] la entropía relativa para los tres suelos resulta:
Figura 13: Entropía informativa de un
Fluvaquent (1), Distropept (2) y Paleudult (3)
En términos comparativos, los suelos de los órdenes Entisol e Inceptisol poseen un mayor nivel de diferenciación a nivel de la fase mineral que el Ultisol. En este suelo hay más predominio de un tipo de óxido mientras que en los otros dos hay mas variabilidad en el contenido de óxidos. Otra información que se deduce es que al metro de profundidad el Paleudult típico y el Distropept oxico (emparentado con el orden Oxisol) presentan valores de entropía aproximado de -1 mientras que el Fluvaquent de -2. Al relacionar con la entropía termodinámica esto significa que los dos primeros suelos han evolucionado mas en su trayectoria pedogenética. De hecho, Ultisol y Oxisol son los suelos mas “viejos” y mas desarrollados (Figura 18). A nivel de horizontes, se observa que en los horizontes eluviales (Apg, Ap, Ah) son removidos elementos solubles y se acumulan elementos insolubles. Como resultado, se generan horizontes con pocos óxidos y por tanto la entropía es mayor (mas próxima a 0). En la medida que aumenta la diversidad y proporción relativa de cada óxido, sea por iluviación (Bt), meteorización in situ (Bw) o procesos redoximorficos (Ahg, ABg) el contenido de la mayoría de los óxidos se incrementa por tanto la entropía es menor (S<<0 div="">0>
3.8
– Condición de estado: evolución y estado homeostático
Conceptualmente, por resiliencia se define la capacidad de “cicatrizar” de un sistema. Trasladar este concepto al sistema suelo no es tan sencillo dado la heterogeneidad, dinámica y variabilidad de los suelos. Blanco y Lal (2008) recopilan siete definiciones de resiliencia para el suelo:
La condición de estado de cualquier
sistema se caracteriza por un conjunto de propiedades o variables: las
variables de stock representan la condición estacionaria
del sistema y variables de flujo representan la condición dinámica del sistema en un determinado momento de la trayectoria o
al final de la misma. En otras palabras, cada condición de estado del sistema
se puede definir por los valores de sus variables de stock y de flujo. La
Figura 14 – Tabla 7 ejemplifica
diferentes condiciones de estado de un sistema suelo durante una posible
trayectoria evolutiva.
Figura 14: Esquema de la condición de estado de diferentes suelos
(traducido y adaptado de Lin, 2010)
Tabla 7: Variables stock y flujo para la condición de estado de
diferentes suelos (traducido y adaptado de Lin, 2010)
Entisol
|
Inceptisol
|
Alfisol
|
Ultisol
|
||
Edad
(años)
|
100
- 102
|
102
– 104
|
103
– 105
|
104
– 106
|
|
Variables
de
Stock
|
Espesor
del solum1 (m)
|
0,01
– 0,5
|
0,1
- 2
|
0,5
– 5
|
1
- > 10
|
Horizontes
|
Sin
B
|
Con
B
|
Con
Bt
+
35 % Sat Bases
|
Con
B kandico
<
35% Sat Bases
|
|
Variables
de
Stock
y Flujo
|
Propiedades
hidrológicas
|
Almacenaje
y percolación restringida a < 0,5 m
|
Moderado
almacenaje y percolación
|
Alto
almacenaje y percolación profunda
|
Percolación
restringida por el horizonte B
|
Variables
de
Flujo
|
Conductividad
hidráulica del solum
|
Baja
|
Moderada
|
Alta
|
Alta
|
Conductividad
hidráulica subsuelo
|
Baja
|
Moderada
|
Alta
|
Baja
|
|
Dirección
preferencial de los flujos
|
Vertical
y lateral
|
Principalmente
vertical
|
Principalmente
vertical
|
Vertical
y lateral
|
1Solum: volumen de suelo cuyas propiedades han
sido definidas por los procesos de génesis.
Los cambios de estado implican trabajo.
En el diagrama de la Figura 15 se esquematiza los principales procesos.
Fig. 15: Funcionamiento del sistema suelo para evolucionar (Traducido
y adaptado de Targulian y Sokolova, 1996)
El
esquema representa la estructura y dinámica del suelo que impulsa los cambios.
La condición de estado del suelo se representa a través de las 4 variables de
stock más importantes: contenidos de gases, agua, biota y sólidos. A su vez, el
sistema permanentemente está sometido al influjo de materia y energía de
fuentes externas provenientes del sol, atmósfera, litósfera, biosfera,
hidrosfera y de la actividad humana. Este ingreso de materia y energía impulsa
trabajos que generan los productos con ritmos de renovación diferente y con bucles retroalimentación. La fase sólida es la
que realimenta el sistema en un bucle continuo por lo que hace crecer el
sistema en materia, energía e información: se diferencia.
Para que el sistema avance, evolucione,
debe ingresar más energía que la que consumen los trabajos internos y debe
exportar entropía a su entorno. En principio cuando este balance input – ouput es cero el sistema alcanza
su condición de estado homostático: se mantiene estacionario en el movimiento
de sólidos y por tanto se detienen los trabajos que implican translocaciones o
transferencias o remociones laterales o verticales adentro y afuera de los
límites del sistema. Lo que permanece dinámicos son los flujos de salida que
exportan entropía al medio circundantes. La Figura 16 representa el estado
estacionario – dinámico.
Fig. 16: Estado homeostático (Traducido y adaptado de Targulian y
Sokolova,
Ahora bien: ¿en cuando la condición de
estado pueden cambiar? En general esta condición es de alta estabilidad dado la
lentitud con la que algunas propiedades son afectadas por las fuerzas de los
procesos. Por ejemplo, la formación de un horizonte argílico que limita la
percolación de agua debido a una disminución de la permeabilidad del horizonte,
y este, a su vez, retarda ulteriores lavados de arcilla y lixiviado de iones,
estabilizan el horizonte casi permanentemente y aseguran su funcionalidad en el
tiempo. Por otro lado, si el sistema se desvía de la condición de estado debido
a cambios en los flujos de ingreso, tienen lugar cambios internos espontáneos
para retornar al estado estacionario (Resiliencia). Esto explica, de alguna
manera la estabilidad de los sistemas suelos a pesar de la variación de flujos,
tales como la variación estacional de la radiación solar o la lluvia que
prácticamente no produce cambios importantes en la fase sólida. No obstante si
las perturbaciones son intensas por cambios en los factores de génesis o por
acción del hombre -pe decapitación del horizonte superficial por erosión, el
sistema reinicia el camino evolutivo hacia un nuevo estado estacionario. Figura 17
Figura 17: Trayectorias evolutivas no lineales (traducido y
adaptado de Targulian y Krasilnikov,
2007)
Las líneas evolutivas no siempre son
predecibles dado que la relación flujo - trabajo por lo general no es lineal.
Por lo tanto la evolución o los cambios son poco predecibles y muy
especialmente cuando empieza a ser relevante la intervención antrópica. Además,
relaciones no lineales pueden significar que pequeños cambios en los flujos y
pueden llevar a grandes cambios en las fuerzas y en la condición de estado
homeostático (Addiscott, 2009). Sin embargo la Pedología ha estudiado y
modelado las trayectorias evolutivas de los suelos, tal como se analiza a
continuación.
En principio, y en condiciones naturales cualquier
suelo puede alcanzar cualquier condición de estado a partir de la interacción
de los factores de la pedogénesis. Sin embargo hay trayectorias preferenciales
que predicen alguna línea evolutiva específica. Por otra parte, y desde el
punto de vista termodinámico, cada estado alcanza un determinado nivel de
energía libre o entropía. Recordamos que a mayor entropía negativa mayor
energía libre y por consiguiente mayor capacidad de realizar trabajo. En la
Figura 18 se esquematizan diferentes trayectorias evolutivas sin la acción del
hombre.
En este diagrama se sintetizan
trayectorias evolutivas y los factores de genésis que direccionan las mismas
hacia diferentes condiciones de estado. El factor material de origen impulsa la
formación de dos órdenes de suelos minerales: Vertisol y Andisol y uno
orgánico: Histosol. Por su parte la trayectoria con dominio del factor
climático impulsa la formación del orden Gelisol, Aridisol y Molisol, que a
este último además del factor clima es definitorio en su condición de estado el
factor la biota, vegetación tipo pastizal. En la línea evolutiva con dominio
del factor tiempo los órdenes que resultan son Entisol e Inceptisol (suelos
jóvenes). Cuando se combina, factor tiempo + clima + vegetación se forman los órdenes
Spodosol y Alfisol. Por último, y en condiciones netamente direccionada por el
factor clima se forman los órdenes Ultisol y Oxisol.
Por otra parte, cada condición de estado alcanza un determinado nivel de
entropía negativa. En primer lugar, esta
variable de estado extensiva es una medida del nivel de orden del sistema y por
consiguiente del grado de desarrollo o evolución del sistema. Por otra parte,
como a mayor ganancia de entropía negativa mayor energía libre del sistema y
por tanto mayor capacidad para movilizar flujos y realizar trabajos (Ecuación
6).
Figura 18. Diferentes trayectorias evolutivas del suelo (Traducido y adaptado de Lin 2011).
En la Figura 18 se observa que la
condición de estado de partida es el material de origen y tiene la máxima
entropía (0). A medida que el sistema se diferencia, acumula materia y energía
y se organiza (gana información) por tanto mayor es su entropía negativa. El
orden Ultisol es el de mayor valor en la escala de valoración entrópica
asignada. Los órdenes Oxisol y Spodosol son los que siguen en grado de entropía
negativa acumulada siendo los suelos jóvenes Entisol el menos ordenado y
desarrollado (se sugiere analizar los
otros ordenes). Sin embargo hay autores (Cline 1961; Foss et al., 1983, Novak
et al., 1971) que sostienen que no todos los suelos han alcanzado un estado homeostático,
sino que sólo se aproximan a éste. Se ha sugerido, p.ej. que los Entisoles son
un estado infantil de los Inceptisoles y estos a su vez de los Alfisoles y
estos de los Ultisoles (Figura 14).
Rode, (1961) y Chesworth, (1973),
sugieren que el tiempo es la única variable independiente en la formación del
suelo y que todos los suelos están en estado de evolución continua, situación
que se representa en la Figura 19.
Figura 19: Evolución de los suelos (adaptado de Smeck et. al., 1983)
El gradiente de mayor energía libre y
menor entropía en esta línea evolutiva es similar a la planteada por Lin (2011)
Figura 18. Un caso particular es el orden Oxisol que es el suelo de mayor
evolución pero no el de mayor energía libre. Estos suelos que tienen una alta
desorganización minerales por ser suelos de zonas tropicales sujetos a intensos
flujos externos (alta entropía interna). Sin embargo para adaptarse a estas
condiciones fluye una gran caudal de materia y energía por su masa por lo que les
confieren una alta capacidad de realizar trabajo en términos de movilizar agua,
gases y materia orgánica. De hecho los bosques y selvas tropicales de estos
suelos son los de mayor rendimiento de biomasa por unidad de superficie. Pe. la
selva misionera argentina tiene un rendimiento medio 1,7 kg m-2 año-1
mientras que un pastizal pampeano dicho valor es de 1 kg m-2 año-1
(Garbulsky, 1996).
3.9 – Resiliencia
Conceptualmente, por resiliencia se define la capacidad de “cicatrizar” de un sistema. Trasladar este concepto al sistema suelo no es tan sencillo dado la heterogeneidad, dinámica y variabilidad de los suelos. Blanco y Lal (2008) recopilan siete definiciones de resiliencia para el suelo:
a. La capacidad del suelo para recuperar
su integridad estructural y funcional después de una perturbación.
b. La capacidad del suelo para volver al
equilibrio dinámico después de la perturbación.
c. La capacidad del suelo para resistir
o recuperarse de una perturbación antrópica o natural.
d. La capacidad del suelo para volver a
su rendimiento o estado anterior a la perturbación o cerca de este.
e. La capacidad del suelo para resistir
el cambio causado por una perturbación.
f. Procesos que permiten a los suelos
contrarrestar las alteraciones.
El común denominador en
estas definiciones es a) la existencia de una perturbación, b) una condición
inicial y c) una condición posterior igual o similar a la inicial. Como podrá
advertirse, se trata un proceso dinámico que inicia con el impacto de un
disturbio que puede alterar ciertas funciones y si esto ocurre[2] y
finaliza cuando estas funciones se recuperan. La siguiente figura sintetiza
estos conceptos.
Figura 20: Esquema conceptual de resiliencia. A trayectoria de la función de un suelo
que resiste el disturbio, B
trayectoria de la función de un suelo que no resiste el disturbio y no se
recupera más (resiliencia nula), C
trayectoria de la función de un suelo que no resiste el disturbio y se recupera
a su nivel inicial (resiliencia máxima)
La
aplicación del concepto de Resiliencia permite estudiar la estabilidad y
eficiencia de las funciones del sistema suelo en el tiempo. Esto depende del
nivel de organización pedogenético (entropía interna y energía libre) de cada
suelo y del tipo (magnitud, tiempo) de disturbio aplicado al mismo. Una
clasificación cualitativa para diferentes suelos en relación al uso agrícola según
Lal y Miller (1993), se presenta a continuación.
Tabla 8: Resiliencia de diferentes órdenes de suelos al disturbio
agrícola
Máxima Resiliencia
|
Molisoles, Histosoles, Andisoles.
|
Moderada Resiliencia
|
Oxisoles, Ultisoles, Alfisoles,
Entisoles, Aridisoles.
|
Pobre Resiliencia
|
Vertisoles, Spodosoles,
Inceptisoles, Suelos en relieves complejos.
|
Nula Resiliencia
|
Suelos hidromorfos (pobre drenaje,
napa salina somera), Suelos someros (contacto lítico), Psamentes.
|
Una lista de disturbios naturales o
antropogénicos que desencadenan mecanismos de resiliencia de un suelo son
tomados de Blanco y Lal (1998)
Tabla 9: Disturbios desencadenantes de mecanismos de Resiliencia
Disturbios Naturales
|
Disturbios Antrópicos
|
Deslizamientos en masa, Terremotos,
Sequias,
Inundaciones, Huracanes, Lluvias muy intensas.
|
Deforestación, Cultivos agrícolas,
Cultivos forrajeros, Fertilización, Biocidas, Riego, Salinización, Trafico,
Pastoreo, Urbanización.
|
Diversos relaciones matemáticas
se han propuestos para cuantificar la Resiliencia. En general todos apuntan a determinar
la cantidad de tiempo que tomaría un suelo para alcanzar el estado de equilibrio
y que nivel de recuperación se alcanza post-disturbio. Por ejemplo, Herrick and
Wanderm (1998) propusieron un modelo simple para calcular la tasa de
recuperación (Rr) anual de
una propiedad o función del suelo:
Donde A
es el valor de la propiedad o función previo al disturbio, B es el valor logrado en el equilibrio una vez recuperada la propiedad
o función y C es el valor antes del
inicio de la recuperación. Este modelo muestra que la resiliencia es un
promedio de la tasa de cambio de la propiedad o función con respecto al tiempo.
Por ejemplo, la siguiente gráfica muestra los valores de velocidad de
infiltración durante una etapa de deterioro y recuperación de la función (tomado
de Blanco y Lal 2008):
Fig. 21: Evolución de la infiltración antes y después del disturbio
por cambios en los cultivos. (Traducido y adaptado de
Blanco y Lal, 2008)
Aplicando ecuación [19] A =150 mm; B= 200 mm y C= 10 mm, por lo tanto Rr
= 0,17 mm año-1
|
El intervalo de tiempo en el cual la
propiedad se recupera es una información crítica para medir la resiliencia. La Tabla
10 muestra datos empíricos de valores en la recuperación de propiedades y el tiempo
insumido midiendo el impacto del cambio de uso.
Tabla 10: Cambios en propiedades de horizontes A (0-20cm)
(traducido de Blanco y Lal 2008)
Textura del suelo
|
Usos
|
Función o Propiedad del horizonte A
|
Valores antes y posterior al cambio de uso
|
|
Antes
|
Después
|
|||
Franco arcillo arenoso |
2 años en
barbecho
|
Agregados
estable al agua (%)
|
44 | 66 |
Infiltración
(cm h-1)
|
13
|
32
|
||
5 años de pasturas con gramínea perenne |
Conductividad
hidráulica saturada
(mm d-1) |
0,04
|
56
|
|
Densidad
aparente (Mg m-3)
|
1,7
|
1,5
|
||
Porosidad
(mm3 mm-3)
|
0,4
|
0,4
|
||
Retención
hídrica (kg kg-1)
|
0,1
|
0,2
|
||
Franco arenoso |
6 años en
barbecho
|
Densidad
aparente (Mg m-3)
|
1,4
|
1,2
|
Resistencia
a la penetración (kPa)
|
295
|
132
|
A excepción de la
propiedad Porosidad que no muestra cambios en el período de tiempo medido, el
resto de propiedades y funciones muestran cambios para diferentes texturas de
suelo, uso y tiempo de recuperación. Las
funciones vinculadas a los flujos (conductividad hidraúlica, infiltración y
resistencia a la penetración) son las que se recuperan en mayor magnitud. También
son notables la recuperación de las propiedades agregados estable al agua y
densidad aparente. En la Tabla 11 se presenta una lista de indicadores que se utilizan para
medir la resiliencia.
Tabla 11: Propiedades y funciones para medir resiliencia (traducido de Blanco y Lal 2008)
Físicas
|
Químicas
|
Biológica
|
|
Propiedad
|
Horizonación,
color, profundidad del solum, contenido de arcilla, densidad, porosidad, estabilidad
de agregados, capacidad de retención de agua
|
pH,
stock de maco y micronutrientes, stock de C, relación C/N, materia orgánica
estable y particulada, relación de bases de cambio.
|
Biomasa
microbiana, población meso y micro fauna, biomasa radicular, biodiversidad.
|
Función
|
Infiltración,
permeabilidad, capilaridad,
intercambio térmico, intercambio gaseoso.
|
Lixiviación,
intercambio catiónico, acidificación, alcalinización, oxido-reducción.
|
Respiración,
profundidad de enraizado,
pedoturbacion
biológica,
crecimiento
vegetal.
|
3.10
Equifinalidad
Esta característica propia de los
sistemas abiertos, se define como posibilidad de llegar a un mismo resultado
por caminos o vías diferentes. El siguiente ejemplo ilustra el concepto.
- Dados dos caminos A y B donde, el
camino A parte de los elementos 4, 3 y 6 y el camino B de los elementos 2, 5 y
8 pero mantienen iguales relaciones
entre elementos:
A= 4 * 3 + 6 y B: 2 * 5 + 8
el resultado al que se arriba es igual en ambas vías: 18.
A= 4 * 3 + 6 y B: 2 * 5 + 8
el resultado al que se arriba es igual en ambas vías: 18.
Es una propiedad de los sistemas
fundamental para la formulación de alternativas de funcionamiento del sistema.
En el suelo este concepto se ilustra por ejemplo en la nutrición vegetal: un
mol de P puede ser dispuesto para el vegetal de la mineralización de la materia
orgánica o la solubilización de un mineral fosfatado.
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